Este film se ha agarrado a mi retina de una manera un tanto extaña y diáfana. El simplismo de una ciudad como esa Michigan, con esos personajes tan ramplones como ciertos, es un hecho que agradezco pero sin perder de la cabeza los referenetes que marcan este tipo de novelas de crimen en segundo nivel. Por esto, teniendo en cuenta la maniobra graciosa que su guionista y director pretenden ofrecernos, las respiraciones ante humor barato han soportado los envites para adentrarme algo más en el universo del film pero con mucho cuidado.
El personaje central, cobarde y deshilachado toma forma sin saber muy bien como con la aparición de un amigo que rompe con todo a base de repugnacia hacia sí mismo. No es un principal fiel, ni siquiera que evolucione, es un capricho del guión que los demás encandilan o no en una serie de movimientos lentos en post de un climax que tarda demasiado en llegar y cuando llega es pesado y poco gracioso, incluso algo patético.
Las disquisiciones del principal son tan lejanamente interesantes que las malas frases con las buenas frases se entremezclan en un sin sentido que solo se mantiene firme con una mujer demasiado fatal para el film, demasiado figurada para romper con las fromas, consiguiendo aún más un ambiente desorganizado y de comedia que no es atractivo.
A pesar de esto, la historia, que siempre tiene el carisma de la curiosidad, me mantuvo interesado hasta la llegada de un final demasiado casposo, con una muerte de película mayor en una menor. Los últimos planos, de familia, de historia triunfante dentro de su propia bajeza, hace que los posos de mensaje hacia el personaje lleguen con la tranquilidad necesaria y no evaporar toda esperanza de aprobado.
Algo me hace pensar que en otras manos, podría haber sido.