Crítica de la película Kika Superbruja por Iñaki Ortiz

A quien tenga hijos, sobrinos o contacto de cualquier tipo con esas pequeñas criaturas llamadas niños, o en este caso, mejor niñas, seguramente le sonará este título tontorrón, Kika Superbruja. Y es que después de Harry Potter los bestsellers de magia infantil han proliferado, y este -quizá para críos más pequeñajos- es una de las modas de los años pasados. Lo importante: ellos lo conocerán.

Como ha sucedido con el resto de novelas infantiles de moda, esta también tenía que abordar la gran pantalla amparada en la tecnología de efectos especiales de hoy en día que hacen posible casi cualquier sueño. Es una apuesta segura, al menos en taquilla, sobre todo si en la portada echas mano de una tipografía que hace parecer a la niñita esta la hermana pequeña de Potter.

La buena noticia, no tengo claro para quién, es que se ha elegido a un director algo solvente, en lugar de buscar al destajista de turno. Se trata de Stefan Ruzowitzky, cuyo último trabajo, Los falsificadores, ha tenido una aceptación bastante buena entre el público medio. Estamos hablando sin duda de un buen artesano, y nada mejor que ese título para encargarse de un proyecto como este.

No hay mucho más que comentar de esta coproducción Italia - Alemania - Austria, más que sorprendentemente aparece Pilar Bardem entre los secundarios. Una película para niños y para nadie más, pero bien realizada. Esperen a los niños a la salida.