Aunque peque de engañosa y confabulosa, que no lo creo porque a los 15 minutos algo ya no funciona, el ritmo trepidante de la película, extravagante y de personajes detestables que enseguida se muestran como lo que son, una invención latente, deja las retinas pegadas a unos enlaces de escenas al menos interesantes y en demasiadas ocasiones muy estimulantes.
La categoría de engaño es no crear el contexto y malipularlo para al final colocarlo con la pertinente sorpresa. En este caso, cuando algo extraño sucede, cuando los acontecimientos se vuelven demasiado extraños sólo queda preguntarnos, porqué contar la historia desde el punto de vista de ese psiquiatra, quizás demasiado importante en la resolución final como para no tenerlo en un altar en ese tránsito mental de varios segundos.
La dirección, consecuente, fuerte, bien encuadrada para las necesidades de cada momento, ayuda a fluir la historia con el vibrate descubrir de intenciones. Reflexiona al final con la tranquilidad de sentir inteligente al espectador, con respeto, con una intención nueva que queda bien plasmada. Una película digna de ver, de disfrutar, de contemplar tranquilamente y con admiración en la butaca serena.