En la convulsa relación entre el realismo y la ficción que se da en el cine de nuestros días, nos llega una nueva fórmula: una película de animación, entre el documental y el biopic, con voces de las personas reales, que aquí aparecen como personajes de animación.
Sin duda, ya sólo por acercarnos a esta nueva fórmula, valdría la pena su visionado, pero es que además, la animación parece contener momentos verdaderamente interesantes, lejos de las técnicas punteras, más apoyada en la imaginación, el simbolismo y la poesía. Imágenes duras, intensas, talentosas.
Se pudo ver la película en Cannes y en el más cercano festival de Gijón. La película es israelí, y en su país se ha llevado unos cuantos premios de la academia, como director o guión. Ahora está nominada al Oscar a película no inglesa (es característico que no esté nominada en la categoría de animación, creo que eso habla mucho acerca de su condición de obra más allá de su formato). Estos son sólo unos ejemplos del éxito y la atención que está recibiendo esta película.
Seguramente una reflexión descarnada y necesaria, una película intensa, y un formato innovador.