No nos vamos a engañar. Otra película de biografía de una personalidad carismática. Y ya uno empieza a cansarse. Don Cheadle, impecable, como no. Chiwetel Ejiofor igual de bien o incluso mejor, hay que estar atentos a este actor y empezar a aprender a pronunciarlo, voy a repetir su apellido varias veces a lo largo de esta crítica para ayudar al lector a memorizarlo.
Pero me empieza a no bastar con eso, y a no bastar con un entretenimiento de ascenso y descenso. ¿Cuántas veces he dicho eso y he terminado regalando las cuatro estrellas? Intentaré inventarme algo para justificarlo.
Efectivamente Cheadle está muy bien, y es cierto que interpreta un personaje del típico negro charlatán de película (al contrario que Ejiofor) pero también es verdad que precisamente Cheadle no es el típico actor negro que se dedica a estos papeles. Más bien al contrario, lo cual hace más talentoso su trabajo. Resulta acertadamente cómico todo ese mundo del pelo a lo afro que empieza por su personaje, pasa por su pareja y termina en todo el contexto. Podría decirse que en ese sentido es tan estereotípica como otra película que hemos visto recientemente en el festival, Honeydripper, sólo que unas décadas después. La diferencia es que en esta hay una cierta comicidad a propósito, y la propia película se ríe de eso. Para ello es también muy importante que uno de los personajes principales, el de Ejiofor, no sea nada caricaturesco.
Algo que me interesa de la película es un pequeño detalle diferenciador. Tenemos el esquema de ascenso y descenso, cierto, pero conceptualmente se puede decir que en este caso el descenso va implícito en el propio descenso. El protagonista está consiguiendo unos objetivos que no le interesan para nada y se alejan de su modesto sueño de ser la voz de esa pequeña emisora. Choca con la ambición del otro personaje (el de Ejiofor, sí), que no llega a tener un gran descenso. Me interesa el concepto de las metas personales que difieren de los objetivos establecidos por una sociedad tan competitiva como la estadounidense. A veces damos por hecho cuales son las metas a las que debería querer llegar todo el mundo y nos olvidamos de que cada cual puede querer una cosa diferente, no siempre la cima. A veces hay que parar un momento a pensar si nuestro objetivo es verdaderamente nuestro.
Esto me ha interesado, más allá del entretenimiento habitual de ver los logros, méritos y dificultades de un personaje con carisma, y las grandes interpretaciones. Me ha gustado conocer un poco más de la historia reciente de Estados Unidos. Y me ha gustado comprobar que también la verdad puede ser un producto que puede venderse mejor que cualquier mentira. De hecho, puedes vender la verdad sin necesidad de que sea realmente verdad, pero eso es otra historia.
Al igual que La gran estafa, este es un biopic que contiene temas que me interesan y que le da un sentido a volver a repetir la fórmula.