Viene con aura de documental narrado con un mínimo hilo argumental (no lo suficiente como para hablar de historia, de narración-ficción). No hay humanos en todo el metraje. Solo el largo viaje de una raza de pingüinos (emperadores, según parece), anual por necesidad biológica, y que les debe implicar recorrer toda una aventura de kilómetros y kilómetros.
Pues muy bien. Personalmente me parece maravilloso, y ciertamente me apetece refrescar los insoportables calentones veraniegos viendo por fin en la gran pantalla una de las más bellas hijas de la naturaleza, la nieve, el hielo y el frío polar. Tratados a lo grande, con cariño, con amor, con cuidado talento visual.
Por supuesto, no pretendamos esperar que un producto tan exclusivamente enfocado a la belleza natural y al mensaje ecológico pueda trascender y convertirse en algo merecedor de mayores aplausos, pero los que va a llevarse ya son suficientes y, de hecho, serán bastantes. Hacerme caso.
Bravo por el que ha tenido cojones de estrenarla en el cine, por cierto.