Está claro, diáfano, lo que nos vamos a encontrar en este nuevo megataquillazo de Hollywood. Un medio camino entre el estilo nervioso del más reciente cine bélico hiperrealista (parido por Spielberg en los primeros minutos de su soldado Ryan, y explotado por casi todos a posteriori, como pueda ser Ridley Scott en su Black Hawk derribado) y una lucha contra el marciano invasor al estilo tradicional. Aliens cabreados con la puñetera manía de invadir.
No hay más. Creo que nos vamos a encontrar con un equipo técnico brutal volcado y concentrado en transmitir una sensación de veracidad e hiperrealismo salvaje, preocupado únicamente por epatar, por introducirnos audiovisualmente en cada disparo, en cada explosión. Mucho efecto especial de altísimo nivel.
Pero no va a haber historia. Lo mejor de esto es que nos evitaremos los sonrojos de "maravillas" como la truñísima Independence day. Pero vamos, que tampoco habrá mayor interés argumental. El género aliens invasores está muy explotado y vestir el conjunto como "bélico hiperrealista" dudo mucho que sirva para renovarlo. No solamente así.
Dirige Jonathan Liebesman, responsable de un petardo importante: La matanza de Texas: El origen, coñazo mayor que me obligó a salir de la sala y acercarme a por un trago; y de la más reciente The killing room, de la que, lo siento, no tengo referencias.
En definitiva, ¿el interés artístico de la propuesta? Ninguno. ¿El interés técnico? Bueno, psé. Todo estará tan tan bien, pero me interesa tan tan poco... Dará dinero.