Es probable que Banksy no exista... es probable que sea un colectivo... quizá no originariamente, quizá muchas de las obras que se le atribuyen a él no sean suyas. Quizá Banksy no sea artista porque lo que hace no sea arte... o quizá sí. Lo que es seguro es que ha sabido captar perfectamente la esencia de la no-ficción. De esa fórmula que mezcla realidad, ficción, televisión, y simple y pura mentira. Mi referente es, por supuesto, Sacha Baron Cohen. Tanto en Borat como en Bruno explota una fórmula muy parecida a la que utiliza Banksy. Al principio, la película no pasa de ser un falso documental que se sustenta sobre el personaje de Thierry, que resulta realmente divertido. Toda la primera parte sirve para presentar lo que supone el arte urbano, su génesis, los diferentes artistas que lo conforman, y parte del espíritu verdadero que en él hay.
Pero como toda obra artística debe contener una tésis, un análisis o una crítica... es en la segunda parte donde este falso documental se eleva hasta convertirse en vanguardia de lo que se está haciendo ahora mismo en no ficción, utilizada como vehículo para expresarse lo que se quiere, y no sólo como tendencia captada.
La falsa exposición de Mr. Lavacerebros es hilarante. Es una evolución de mucho de lo que se ha hecho en televisión, de los videos de cámara oculta, de lo que el propio Banksy ha hecho colando obras falsas en museos, y guarda paralelismos más que evidentes con, por ejemplo, la pelea de WWF que monta Sacha Baron Cohen en Bruno. Una forma muy moderna de remitirnos a lugares comunes sobre el arte que, por serlo, no dejan de tener valor: ¿Qué es el arte? ¿Qué es el arte moderno? ¿Qué valor tiene algo que se puede copiar y reproducir exactamente y en cadena sin problemas? ¿Por qué se paga? ¿Por la idea?
Como siempre en estos casos, uno no sabe qué tiene de realidad, qué hay de ficción, y qué es simplemente mentira... pero creo que da igual. Y, además, me lo he pasado pipa.