Con una premisa argumental propia de una película de terror japonés, sin ni siquiera intentar reutilizar sus clichés en un ambiente distinto (que como intento hubiera sido interesante), The Tattooist aburre durante cien minutos sin conseguir llegar a irritar lo suficiente como para animar una postcrítica más destructiva.
Trata de crear una atmósfera densa sin conseguirlo, con lo que vemos a un protagonista introduciéndose en lo que serían una serie de costumbres ocultas de las tribus autóctonas, sin percibir en ningún momento ningún tipo de inquietud ni interés por lo que está pasando.
Una película que ni siquiera tiene la excusa de la falta de medios. Lo que faltan son las ganas y la imaginación. Todo queda en un desarrollo aburrido y lento propio de un telefilm barato. No funciona ni como película fantástica ni como thriller ni como incursión en las costumbres autóctonas de Nueva Zelanda.