Crítica de la película Margaret por Iñaki Ortiz

¡Brava!


4/5
29/07/2012

Crítica de Margaret
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Desde lo pequeño, lo cotidiano, el detalle, Margaret va creciendo hasta demostrar su verdadero rostro, el de una película absolutamente ambiciosa, con vocación de ópera urbana, que se adentra en lo más hondo de la miseria humana durante unas largas dos horas y media.

Es, en cierto modo, un Woody Allen de gesto serio. Su New York es la misma, quizá algo más sucia, más realista, más triste. Pero sigue estando repleta de snobs ingenuos, de judíos agrios y susceptibles, de cultura y de prepotencia. Algunos chistes parecen firmados por el propio Allen, como el de la pretenciosidad del "¡brava!". La contraposición New York - Los Ángeles. Las conversaciones atropelladas, el teatro, la ópera. Kenneth Lonergan consigue aquí una disección cínica con brotes de humor de sus personajes, distribuidos en sectores claves (profesores, actores, abogados, artistas, obreros), pero su intención va más allá, tiene un poso mucho más dramático.

La rabia de la impotencia de la protagonista se cocina a fuego lento, acompañada de una buena dosis de inmadurez que desaparecerá, por las malas, en una poderosa catarsis en plena ópera. Quizá el punto más interesante es precisamente esa condición de ópera, con tragedias y efectismo dramático, que se mezcla con un tratamiento realista de personajes, situaciones y diálogos. Un equilibrio realmente difícil que se consigue aquí con maestría. Por otro lado, nos apoyamos en un montón de personajes irritantes, cada uno a su modo, complicando la identificación, lo que siempre es una opción arriesgada, que nuevamente, se resuelve con éxito. Tampoco es una decisión cómoda la de cargar el punto de vista en ciertos hilos en detrimento de otros que están sesgados, algo inconclusos (como el tema del embarazo), pero al restar importancia a ciertos caminos, se convierten en un creíble contexto que aporta riqueza a la película.

Es esencial tener unos buenos intérpretes, y aquí tenemos unos secundarios de cierto caché que funcionan muy bien (si nos creemos que Jean Reno es colombiano). Mención aparte para el impecable Mark Ruffalo que es capaz de aportar un universo de matices hiperrealistas a su personaje, y cierta mirada dulcemente intimidatoria que expresa más que muchos actores con diez líneas de diálogo. Anna Paquin, afina un personaje irritante y agotadoramente pasional. En conjunto, todos los personajes, cargados de defectos y equivocaciones, están interpretados con buen pulso.

Una película para saborear con calma, y que salvando algún desliz con tópicos (la turbia relación profesor alumna, por ejemplo) y algún clímax algo forzado (la última conversación en la oficina del abogado, con la académica confesión), satisface con una sensación de obra completa.



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