Crítica de la película La frontière de l'aube por Olmo

Al más puro estilo tradicional pero rodada en tiempos modernos. Muy grande. Una apuesta arriesgada por parte de Phillipe Garrel sabiendo que lo que hace unas décadas eran aplausos y buenas críticas hoy en día pueden ser pitos y bostezos. No ha sido así, para nada. Todo lo contrario. Esta cinta se merece las cinco estrellas porque se lo ha merecido merendándose al espectador minuto a minuto, plano a plano, secuencia a secuencia. Todo un artista. En general el film ha sido un coloso a pesar de que por momentos se ha desinflado, a perdido carácter pero se ha puesto de nuevo en pie y ha caminado. Desde luego que ha echado a andar.

Garrel se ha mantenido en su línea. Un argumento tradicional, una historia de amor y que cuenta el amor desde el interior de las personas. Lo ha echo con formas antiguas. Con poquitos recursos. Pero ha manejado la cámara con maestría, sin temblarle el pulso, incluso me ha llegado a recordar por momento a El beso del asesino de Stanley Kubrick. Por otro lado el blanco y negro. Perfecto para la ocasión. Una peli que vive en el presente del siglo veintiuno pero que arrastra las tendencias de hace varias décadas. Ese blanco y negro lo ha sabido llevar. Le ha sacado jugo a los hijos predilectos del blanco y negro: las sombras y las luces. Por poner un ejemplo. El hijo de Garrel, Louis Garrel acercándose poco a poco, se mete en el portal y empieza a subir las escaleras. Es entonces cuando sube la sombra y se convierte en protagonista y él pasa a ser la sombra de sus sombra. Detalles así muchísmos en toda la película.

La interpretación de Louis Garrel me ha recordado a la de Soñadores. No es un chico con una amplia capacidad de registros y eso se ve a primera vista. Pero hoy ha estado muy bien. Confundido, serio, eternamente arrepentido, no sabiendo coger las riendas de su vida. Galán y distante. Todo un prototipo de personaje francés a la antigua. Siempre de negro lo cual consigue que uno se fie en su cara y nada más. La segunda gran reina de la peli ha sido Laura Smet, mujer de cabello rubio, inocente, desesperada, desamparada, celosa, inconsciente, enferma, fugaz. Magnífica.

Hemos gozado de momentos eternos de silencios en los que Garrel deja a sus discípulos trabajar como diciéndoles: seguid, lo estais haciendo bien, ¡bravo! ¡cómete la cámara! Me he sentido atrapado en todo momento por todos los grandes momentos de talento y homenaje al cine más tradicional y a la temática del amor en el cine que tantos momentos nos ha brindado el cine. Muy francesa, demasiado quizás. La crítica a la burguesía no ha faltado. Sino no hubiera sido Garrel. Agradecidos de la presencia de este director francés en el festival, orgulloso por haber podido recibir las imágenes antes que otros que la verán o que sienta estar siendo convencido por mí. Gracias Garrel por despertar la ilusión del séptimo arte. Bravo.