Le pedía tonos grises y oscuros, y me los ha dado; le pedía una atmósfera, y me la ha dado; le pedía un Philip Seymour Hoffman de Óscar, y me lo ha dado; le pedía descubrir a un director, y lo he hecho.
Esta película rebosa inteligencia por los cuatro costados. Efectivamente, no estamos ante el típico biopic, porque no tendría ningún sentido en esta ocasión. El guión, al igual que hiciera John Logan con "El aviador" decide centrarse en una etapa de la vida del biografiado, curiosamente la que mejor puede definirlo.
Si bien con "Desayuno con diamantes", Capote recibió un gran reconocimiento, no fue hasta con su última novela, "A sangre fría", con la que entró en el parnaso literario estadounidense.
Volviendo a lo que decía acerca de la inteligencia de planteamientos, esta película trata la biografía a través del método que otro grande de la literatura estaodunidense inventó, John Dos Passos, en su magnífica "Manhattan Transfer". Las verdaderas pinceladas maestras no nos las da el propio Hoffman, sino el resto de personas que lo rodean, en un diálogo maravilloso, que nos va descubriendo la complejidad de Truman Capote. Y, ¡ojo! que digo que lo vamos descubriendo, en ningún momento nos lo ponen o nos lo dan mascado. Se trata de una película inteligente que va dirigida a gente inteligente. En ningún momento cae en lo burdo de buena parte del cine pretendidamente independiente de EEUU.
La dirección no es que sea correcta o sobria, sino que sabe plasmar en buena medida el afán documentalista de Capote, el estilo que creara Richard Brooks al adaptar "A sangre fría", con tranquilidad y con brutalidad cuando debe hacerlo. Sublime. Es muy difícil mantener un tono como lo ha hecho Miller, creando toda una atmósfera que no cae en ningún tipo de cliché, ni de género, ni de mecanismo alguno.
Capote no sale ni bien, ni mal parado, sino tal y como era. Mentiroso, morboso, manipulador, sensible, temeroso,...Mil adjetivos más podrían utilizarse para definir todos los matices que Hoffman es capaz de transmitir en un papel que sí que se merece el Óscar, ya que no se dedica sólo a copiar o imitar, sino que se ve obligado a actuar, cosa que no sucedía con Jamie Foxx en "Ray".
Por último, una mención y reseña especial se merece el guión, magníficamente trazado, con regla milimétrica, que sobrecoge y te hace meterte en la película cuando sabes lo que Capote piensa, cuando sabes al hablar que está mintiendo, cuando decides odiarlo, pero a la vez entenderlo.
¡Una auténtica joya!