Mientras el símbolo de la productora hacía su aparición en la sala me dije: “que pocas ganas tengo de ver una película sobre dos vaqueros gays”. Y esto chocaba mis sensaciones inmediatamente previas. Llegar al cine el día del estreno, me tocan unas palomitas con la entrada de cine, la sala a rebosar, comentarios aquí y allá sobre la presunta homosexualidad de ese par de cowboys. Parece que uno estuviera asistiendo al acontecimiento del año. Y justo antes de empezar, me entra la fiebre de las tres estrellas y pienso que a mí esa película ni me va ni me viene.
La película comienza, los vaqueritos pronto se echan sus miraditas, todo muy natural, muy moderno. El meteysaca se hace esperar, el ritmo es lento, más bien tranquilo, contemplativo, cada detalle tiene su importancia. Empiezo a perder la fe que pudiera quedarme en la película porque no entiendo a donde se dirige. Empieza el “rodeo”. Todo muy salvaje muy animal. Los besos mal, aun no he visto a dos actores hetero besarse y que no quede acartonado. Total que termina la primera parte y casi me empiezo a inclinar por el tres porque la cosa no da para más.
Luego, creo yo, la cosa se recupera. Vamos a la ciudad y empieza lo que antes, en “Una vida por delante” definí como “Drama Malboro”, un subgénero del western ambientado en la época actual, a poder ser en la zona norte de EEUU, donde el aliento se confunde con el humo de los cigarrillos. Valen las escopetas, rifles o como se llamen esos artefactos de cazar alces, pero no valen los revólveres. No hay duelo al sol pero sí violencia, y sobre todo hay relaciones tirantes, ásperas. Drama. Cazadoras marrones y sombreros. Los pueblos ahora son pequeñas localidades semirurales de la américa profunda.
El caso es que la cosa se recupera porque entran en juego más personajes (las esposas), y sobre todo porque entra en juego el conflicto, la culpa, las dudas, la pasión por encima de lo demás y el echar toda una vida a la basura. Todo esto es clave en un drama malboro. Y lo mejor de todo es que hasta la primera parte resulta interesante ahora. Y momentos como el flashback al final (cuando Jack recuerda como era su vida cuando no tenía ese horrible bigote) es terriblemente nostálgico, doloroso, crudo. Años perdidos, un amor desperdiciado. Muy bien. Lástima que para llegar a momentos como ese sea necesario presenciar una dispersión en el tiempo que diluye mucho el drama. Me queda una sensación de huecos a rellenar, de metraje excesivo. Parece que el guionista te pidiera un crédito de tu tiempo a devolver al final de la película en modo de emociones, y esto, creo yo, no se puede hacer.
Una buena película que deja un buen sabor de boca al final, que tiene momentos interesantes y que creo que con el tiempo va a ganar. Pero también una película que dista mucho de ser la mejor del año, ni comparación con la ganadora del año pasado “Million Dollar Baby” o con la subcampeona “El aviador”. Este año vamos un poco flojos a los Oscars. Sin duda lo más reseñable es la naturalidad con la que se trata una historia de amor homosexual. Ahora bien, hubiera preferido que fuera Almodóvar quien (como se le había propuesto) hubiera sido el director. Quizá habría sido menos natural pero sin duda más intenso.
PD: Que terrible doblaje de Heath Ledger, que horror.