Un poco lo esperado. Una película entretenida, con ritmo que atesora unas cuantas buenas interpretaciones. Nada que vaya a perturbar mi recuerdo ni para bien ni para mal. Un musical más.
La música tiene mucho ritmo, quizá en ese sentido más de lo que estamos acostumbrados a ver. Los ensayos pasan a las actuaciones sin corte, con pequeños trucos de cambio de escenario y todo va sucediendo de manera fluida. Los diálogos cantados resultan quizá un poco forzados pues son pocos y casi todo el resto de la música se presenta de manera natural en los espectáculos. En cualquier caso, resulta interesante ver las discusiones, casi al estilo Pimpinela, con especial mención a la separación del grupo, que si bien termina siendo demasiado larga, comienza muy bien. Bill Condon consigue hacer una película ágil, visualmente creíble y bien ambientada.
Interesante, una historia de productos, de falta de calidad y de encumbramiento de versiones light sin alma – sin soul – para todos los públicos. Extrapolable por supuesto a otros ámbitos y especialmente al cine. Dada la situación de la música resulta un tema muy al día. También interesante aunque algo manida la discriminación racial en la música, que provoca la divertida escena de la versión “blanca” de una de las canciones.
Eddie Murphy está estupendo, con un papel hecho a su medida: suficientemente cómico y a la vez dramático. Se lleva algunos de los mejores momentos. Pero quien sin duda se come la película es Jennifer Hudson, con una contundente interpretación y con un poderoso chorro de voz que a veces es hasta excesivo. Jamie Foxx y Danny Glober impecables.
Amable película para ver, quedar contento y a otra cosa.