Premio especial del jurado, premio de la crítica José Luis Garnier y premio a la mejor banda sonora en el Festival del Sitges 2008, junto con su presencia en Venecia del año pasado, son algunos de los datos de valor de una película de Mamoru Oshii, ese que llevó la película Ghost in the shell a lo alto del manga y de su difusión mundial. Adaptada de los seis volumenes de Hiroshi Omi, es una película que no atrae al público en general, nada animoso con lo que no sea animación 3D de la industria estadounidense pero que no por ello tiene menos fuerza y genialidad, incluso más.
Pero antes me gustaría advertir de una cosa. El que quiera ver la película que no espera pasárselo bien en cuanto a la historia, sino pasárselo bien con la técnica y la capacidad visual de un argumento que es original pero lento y ahogado. Si ya en Innocence las cosas se empezaban a templar, con discursos más largos y planos más de película pausada, aquí parece que más o menos los tiros van por ahí y hasta de manera exagerada.
Por tanto, como suele ser costumbre en los directores de animación japonesa, acaba por entrar de lleno en temas más rebuscados y etéreos o simplemente dejan detalles al vuelo durante extensas reflexiones filosóficas. Puede que esta etapa le haya llegado al genio, aunque a mí particularmente no me importa en absoluto. Simplemente avisar por si alguien espera un derroche de espectáculo y agilidad, sí, pero pagando el precio del artista romántico.