Me enfrento ante la última película de Iciar Bollaín con sentimientos encontrados. La directora madrileña no es un plato muy de mi gusto. Suyas son, entre otras, Mataharis, Te doy mis ojos o Flores de otro mundo. Su cine tiene un importante componente social y se podría decir, salvando las distancias, que es la versión femenina de Aranoa.
Aquí parece que estamos ante una película de claro corte social con una vuelta de tuerca en forma de metacine o de cine dentro del cine. Tampoco se me pongan nerviosos los postpostmodernistas, que los tiros no van a ir por un El ladrón de orquídeas.
Firma el guión Paul Laverty, el guionista habitual de Ken Loach, otro cineasta abonado al componente social en las historias que cuenta y con el que ha trabajado, entre otras, en El viento que agita la cebada o Buscando a Eric. Por lo tanto, estaremos ante un guión muy serio.
En el reparto tenemos nombres muy interesantes como los de Gael García Bernal que últimamente está dirigiendo sus pasos a títulos independientes: Los límites del control o Mamut.
También veremos a uno de los mejores actores españoles del momento: Luis Tosar. Y junto a él, a otros dos nombres interesantes del cine español: Karra Elejalde (Los cronocrímenes o Biutiful) y Raúl Arévalo (Balada triste de trompeta o Gordos).
Una película, me atrevo a calificar, refrescante y que puede ser una digna representante de España en los próximos Óscars. Aunque, después del batacazo que me supuso Balada triste de trompeta, la cautela será mi luz y guía.