Mal día para pescar es una película excelente, construida bajo los cimientos de un espectador espectante que se relame poco a poco con un personaje central puntero, un buscavidas de los que siempre apetece ver en acción a modo de ejemplo de lo que nunca conseguiremos ser, y un secundario trabajado con fuerza. y nunca mejor dicho, para crear una pareja de fácil búsqueda de similitudes, a base de un silencioso forzudo del que uno va encariñándose por las acciones de otros y no tanto de las suyas .
Esta es la clave, que provoca en el espectador una serie de movimientos sentimentales, de posicionamientos en plan estrategas del cariño, que reforzados con un poco de curiosidad por el qué pasará eterno, conforman un pueblo, un malo, un menos malo, un tramposo, una mujer y un final westero en donde uno sabe el papel que le toca pero se queda a contemplar por el qué dirán. La mentira, la pobreza, el poder y la influencia, el dinero, todos se aúnan para recrear lo que en muchos momentos parece un cuento con moraleja más que un film con tarjetas de presentación constantes de un director nuevo pero certero al menos en este producto.
Recomiendo el film por tanto por todo lo mostrado en palabras anteriormente, pero también por el personaje principal llevado magistralmente, y no exagero, por Gary Piquer (La caja Kovak o Romansanta). El giro de sus frases, el giro de sus gestos, las dudas de sus ojos, y los desmanes de sus errores disimulados en aciertos, no son más que una clara capacidad para la actuación, pero sobreactuando ya que su personaje así lo hace. Un delicia llena de matices que recordar.
Acérquense, vengan al circo de las ilusiones, vengan al cuento no más grande pero sí mejor contado y disfruten de sus momentos especiales, que los tiene, desde el ser humano más normal hasta el más desesperado, desde el más poderoso hasta el más manipulado, pero vengan a ver la mujer barbuda de Álvaro Brechner.