Circunstancialmente útil, como ya dejé claro en la precrítica, la película juega a su ritmo ramplón, sin demasiadas censuras puritanas en busca de un público fácil que no se corte en disfrutar del código políticamente no correcto que propone.
Eso sí, ni la risa fue tan generalizada en la sala, más bien sonrisas, ni el final, grosero y apretado, la hacen salir del pozo de la inmundicia de estos títulos. Jennifer Aniston comienza a estar demasiado recta para seguir con el humor, y su acompañante Paul Rudd asume el sobreesfuerzo y hasta sale medianamente airoso.
Fui en grupo, bajé el filtro, y disfruté de la tarde, que no de la película aunque en alguna ocasión consiguieron hacerme reír con el viejo truco del caca, pedo, culo, polla.