Hay a quien le gusta con o sin azúcar, con sacarina y a otros que les da igual cómo pero lo quieren para llevar. Y también hay cafeterías al uso y cafés. Cafés con mayúsculas. El Café de Flore parisino por todos al menos escuchado o leído, visto en fotos es un café con nombre y apellido. Lleva ese caché artificial que el tiempo y sus feligreses le han sabido otorgar con el paso del tiempo. Pero es que el Café de Flore también es una película canadiense, un país del cual se respira un francés distinto, con sus jergas y vicios pero francés al fin y al cabo. No es un país que venda marcas de segunda o blancas. Las invasiones bárbaras (Oscar a la mejor película extranjera) es el mejor ejemplo y más cercano en el tiempo para detenernos por al menos dos minutos en nuestro Café de Flore particular de Jean- Marc Vallée, director de C.R.A.Z.Y o La reina victoria.
Estamos ante un director que con el paso de los años podemos decir que lleva un recorrido muy interesante, bien en cuanto a temática, número de cintas pero sobretodo destaco sus maneras, su estilo en definitiva. Siempre se sale del tiesto y eso es positivo. Las perspectivas cuentan y mucho. Por ello seguro que estamos delante de un film romántico y divertido que responderá con ingredientes varios como la diversión y la pasión más tradicional, piezas de un rompecabezas que encajan pero con paciencia y delicadeza, serenidad, tendencia a la originalidad y sobretodo muy llevadera. Agradable en imágenes, satisfacción de resultado cinematográfico.
Una película para llevar a alguien a verla o llevarse a uno mismo. Se asoma septiembre y se nota en la calidad de los films que nos visitan.