Me da la impresión, que una película en la que Nicolas Cage hace de ruso vendedor de armas, no puede ni debe acabar más allá de lo que merece una película de corte comercial que se esconde sobre el cartel de denuncia.
Andrew Niccol, guionista perseguido por los grandes, (El show de Truman), y después de éxitos como "Gatacca", va a darse un batacazo si cree que la lección moral o la muestra sin pudor de un problema americano puede ser posible con esas superestrellas de por medio.
Seguro que posee hasta momentos de serena tranquilidad en los que la conversación se anime, pero al final, sin rubor, confieso que no espero más que una intención de taquilla con algo que se llama lo que pudo haber sido y no fue.