Aunque la historia resbale por algún que otro costado, la simpatía del inocente y egoísta personaje principal, lleva la historia con tranquilidad y no demasiadas protestas de un público paciente hacia el lugar en el que ella tiene que poseer como Elena toda la pantalla.
En mitad de risas y llantos, pocas florituras de banda sonora y algún que otro guiño personal hacia la variopinta relación, si el proseguir de la historia funciona es por un dulce apretón de buen sentimiento y algo de agradecimiento por el poco espectáculo exagerado. No tiene que aguantarse porque no se pasa de la raya con monerías. El final es solo algo que esperas sin entusiasmarte pero de lejos, como si nada, como si de un sobrino que ves poco se tratara.