Esta es la típica secuela de un
slasher de éxito. Resumo a continuación como funcionan. Dinamitamos
cualquier amago de historia o preámbulo, caña desde el
minuto uno. La atmósfera de tensión, misterio o intriga de la
primera parte, la eliminamos por completo. Vamos al grano. El
protagonista ya no es la víctima, el protagonista absoluto de la
película es el villano carismático, con sus rasgos más remarcados
si cabe, y cada vez más todopoderoso, más supervillano. Mucho más
humor negro y mucha más acción (también suele haber más presupuesto).
Esta secuela cumple con todo eso y, por
ello, resulta menos interesante que su predecesora. Le falta el tono
serio y creíble que regía el comienzo de la primera entrega. Por
otro lado, la fórmula no se puede repetir, y el cambio de tono es
comprensible. Y aunque se convierte en una secuela al uso, lo cierto
es que tiene algunos rasgos de personalidad propia.
Por un lado, la reivindicación de su
naturaleza australiana, llevado hasta la parodia con ese
emblema de paleto australiano silbando Waltzing Matilda y planteando
un concurso de preguntas temáticas. La estampida de canguros es la
broma definitiva a cuenta de su identidad nacional. Por otra parte,
hay una presencia notable de la carretera, con importantes
enfrentamientos sobre ruedas y una persecución constante -casi a lo
Duel- que también encaja a la perfección con la tradición
cinematográfica australiana. Estos elementos de caza en la carretera
aportan matices que hacen de este un slasher distinto.
Para terminar, comentar que no se
escatima una gota de sangre. El gore es de nivel y aunque la película
tiene un tono bastante lúdico, tenemos un banquete de vísceras
bastante desagradable. En general, incluso sin salirse demasiado del
camino esperable, se puede decir que la película funciona y creo que
contentará a quien no quiera pedirle más de lo que es: un
entretenimiento sangriento con algunos detalles con chispa.