Mi alma por ti curada, el mismo título explica el final, que podría haber ahorrado mucho metraje y que se dispersa en muchos momentos.
La película es un ejercicio de belleza visual basada en la cotidianeidad, eso no se le puede negar al realizador francés. La primera mitad es ágil, mientras se presentan los personajes y el conflicto interior del protagonista. Tampoco vamos a entrar en detalles del tema del don de curar. Se tiene, se hereda y punto, me lo ofrecen así y acepto la condición que se me impone para entrar en la historia. Pero con la aparición de la mujer alcohólica empieza a no avanzar la trama, a enroscarse sobre si misma sin parecer querer llegar a ningún lado y desquicia al espectador.
Comprendo lo que me narran, el daño interior del protagonista, ese algo que tiene roto dentro y la crueldad que significa poder curar la salud al resto y el no ser capaz de ser feliz. ¿Por qué la felicidad parece pasar por el personaje roto de la alcohólica? ¿Es más médium al final que curandero? Una lástima de historia que se ha plasmado erróneamente.
Lo más destacable del film es el enorme y auténtico papelazo que interpreta de manera magistral Grégory Gadebois, quien me recuerda mucho al desaparecido James Galdonfini.
Por lo demás, mucho ruido y pocas nueces. Una lástima que la trama se diluya con la mima facilidad que alcanza para aburrir.