Crítica de la película Shutter Island por Romulo

Capas de horror y belleza


5/5
21/02/2010

Crítica de Shutter Island
por Romulo



Carátula de la película Shutter Island es una curiosísima experiencia en la filmografía de Scorsese; mantiene muchas de las constantes estéticas del realizador, así como continúa indagando en el empleo de tecnología digital (apenas perceptible, pero está ahí en muchos de los paisajes de la isla) que comenzó a experimentar sobre todo a raíz de El aviador. Pero en esta cinta el viejo Marty se ha abierto más que nunca a las enseñanzas de otros maestros.

Sobre todo dos. Hay mucho de Hitchcock, desde luego; hay muchos instantes reconocibles en Vértigo, en Recuerda... Todo el trasfondo psicológico de la narración, entendido como tela de araña, como juego macabro. También la querencia por la tensión creada en escenarios a gran altura... Y también hay mucho de Kubrick en cómo Scorsese ha decidido emplear la música: Ya no sólo ese piano disonante y estridente en recuerdos clave, si no especialmente en cómo sostiene lo que deviene en tensísimo tema principal, sobre todo en la entrada del film: Desde el ferry hasta el centro sanatorio. Resulta espectacular cómo consigue convertir la llegada en toda una entrada en el infierno...

Recuerdo ahora varios momentos que cobran sentido una vez conocido el cierre de la película; un segundo visionado tiene que resultar muy enriquecedor. Ahí están el profundo mareo inicial del personaje, el miedo de los agentes cuándo los dos presuntos agentes federales llegan (no paran de cargar sus armas, prestos... porque realmente es un peligroso maníaco homicida), o cómo incluso en una secuencia al supuesto agente protagonista se le olvidan las siglas "FBI" y tiene que echarle una mano su "compañero".

Todo este cuidado demuestra un punto de veracidad vital para que los sucesivos giros que conducen a la revelación final no resulten una peligrosa patraña sino una consecuencia casi lógica. Pero guionista y director las conducen con mano maestra, desvelando la verdad definitiva, al más hitchcockiano estilo, en lo alto de un faro.

Resulta llamativo lo hermoso de muchas imágenes sin que estas pierdan toda su eficacia grotesca; igualmente, Scorsese consigue que los instantes oníricos respiren el dolor y el pasado vertidos del subconsciente del protagonista. Es un puro juego de escenarios "psicológicos", cuidado en mil detalles: la lluvia de ceniza; ella con las manos sobre su estómago, desde el que se desborda su sangre, con el cabello mojado, "¿por qué estás empapada?"; podría seguir hasta el infinito.

Gran parte del mérito, claro, está en el acierto con que se transforma toda la primera parte del film en una suerte de policiaco. El mérito definitivo, empero, está en el inteligente modo en que Scorsese viste desde el arranque toda esa indagación en un claroscuro de traumas y recuerdos a partir del cual el protagonista va desvelando capas y capas de verdades y mentiras, de otros pero sobre todo propias.

Para ello, Scorsese no tiene miedo en resultar extraño al espectador al uso ("ha estado bien pero es rara, ¿no?", se podía escuchar a la salida del cine) con instantes perturbadores: El "presente" narrativo es interrumpido por un plano que, simplemente, muestra decenas de hojas volando al viento en un escenario que no conocemos. Más adelante descubriremos más acerca de su onírico porvenir, pero esa primera y escueta aparición resulta inquietante a la par que hermosa...

Hermosa como el desenlace de Teddy/Edward, que prefiere "morir como un hombre bueno", como un buen agente de policía que por seguir siéndolo (digámoslo así) será lobotomizado, que "vivir como un monstruo", soportando para siempre sobre su conciencia el asesinato de su mujer y de sus hijos.

En definitiva, una rareza exquisita en la filmografía de Scorsese, que se empeña en demostrar que está más en forma que nunca y que sigue sin perder el miedo a experimentar.




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