Puede darse una cierta confusión con la denominación “Caracoles”. Nosotros los precríticos solemos utilizar este término para referirnos a aquel cine español que casi cuenta como género. Pero hay que tener en cuenta que precisamente caracoles es de lo que se tacha en el anuncio (véase sección documentos) al cine americano, de utilizar el término caracoles y demás. Incluso creo haber detectado en algún lugar de Precríticas esta ambigüedad del término.
La solución a este asunto nos la da Kevin Smith con su última película, “Una chica de Jersey”. Por un lado, esta película tiene momentos inequívocamente caracolianos, pero de los caracoles americanos. Un caso claro: la función de la niña a la que el padre no podrá asistir, que viene a ser el clímax de la película casi.
Por el otro lado, la película tiene un estilo muy de cine español, entre Lucía Etxebarria y León de Aranoa. Una historia de un hombre de ciudad que él sólo saca adelante a su hija, con un trabajo de barrendero. Con diálogos agradables y amenos. Alejándose un poco de los clichés americanos.
La verdad es que con tanto caracol parecería que esta película no merece más que dos estrellas. Pero (mis lectores sabrán que me encantan los peros) curiosamente esta mezcla de ambos “géneros” produce un efecto como de compensación, de contrarrestar aspectos negativos. Por ejemplo, aquí la niña tiene un poco de sentido común (no americano) y comprende que su padre tiene cosas más importantes que hacer y no puede ver su función. Que tampoco es para tanto. Por el otro lado, el aspecto trabajo y superación no tiene los poco sutiles tintes sociales que tenemos que soportar en nuestro cine.
En suma, el sentido común y lo ameno que hace de la película una hora y media entretenida, me lleva sin ningún problema a dejarla en tres estrellitas merecidas. Eso sí, que vuelva Kevin Smith a lo suyo.