Crítica de la película La casa de mi padre por Iñaki Ortiz

Caricatura de Euskadi


2/5
25/09/2008

Crítica de La casa de mi padre
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Los vascos son rudos pero nobles. Juegan a pelota, les gusta ir al monte y sus calles están repletas de ikurriñas. Así son los vascos. O al menos así los pintan Gorka Merchán e Iñaki Mendiguren, director y guionista de La casa de mi padre. Desde el primer momento la película se instala en el tópico y no pretende salir de ahí. Echo de menos un harrijasotzaile, o alguien cocinando bacalao a la vizcaína en una sociedad gastronómica.

Es cierto que la película juega un poco precisamente a eso, al arquetipo, pero por otro lado nos ofrece un mensaje absolutamente explícito que requiere del mayor realismo posible para que este mensaje tenga validez, y en esto la película se estrella estrepitosamente. Empieza fallando en los detalles pequeños. El hecho de elegir Lau teilatu como canción que se repite hasta tres veces indica que no se ha ahondado demasiado en según que ámbitos, se ha quedado en lo fácil. Elegir la versión de Mikel Erentxun y Amaia Montero demuestra una lejanía absoluta con respecto al mundo al que se quiere acercar. Situar ese disco en un gaztetxe es, simplemente, de risa. Son pequeños detalles, como la manera de hablar un euskera de academia, y además hacerlo sólo en momentos contados, que desfavorecen el realismo. Si son tan abertzales los dos hermanos, ¿por qué no hablan entre ellos en euskera? No cuela. La base, los pequeños detalles, está mal construida y por eso los personajes que se asientan sobre ella también carecen de credibilidad. Parecen más estar construido a partir de las noticias que desde una vivencia directa. No se entiende que la película sea una producción vasca.

Hace poco Jaime Rosales comentaba que hacía su película, Un tiro en la cabeza, para los moderados y consideraba que estos eran la mayoría. Consideraba que la sociedad no estaba tan polarizada. En su película conseguía generar la sensación de que la violencia era algo absurdo y completamente fuera de lugar. Merchán consigue prácticamente lo contrario, muestra una visión polarizada de la sociedad vasca en la que parece que la violencia es casi hasta una consecuencia esperable. Lo que quiere es mostrar los diferentes puntos de vista, pero lo que consigue es que todos los personajes de su película se sitúen en los diferentes extremos del espectro, sin dejar espacio a opiniones moderadas. Además nos muestra una situación artificial que no se corresponde con el momento actual de la banda terrorista ni de la sociedad, lo cual, choca una vez más con la realidad. En un momento, el sobrino le recrimina a su tío "no hay quien te entienda" y en ese instante hago mías sus palabras, su actitud sólo se mueve al son del dramatismo y del mensaje forzado. No querer situar la acción en un pueblo concreto también trabaja en contra de una contextualización adecuada.

Está demasiado preocupado en transmitir un mensaje concreto que se olvida de buscar un retrato convincente de la sociedad vasca, fuera de tópicos y de personajes arquetípicos. Justo la situación inversa de la película de Rosales que, curiosamente, siendo catalán parece bastante más capaz de reflejar euskadi que el donostiarra Gorka Merchán.



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