Manuel Martín Cuenca es el rey de los personajes tristes y solitarios, cuanto mayormente interiorizan y agonizan, sus historias son mejor narradas por un director de silencios y cámara contemplativa. Mucho más maduro que en La flaqueza del bolchevique, muy contundente pero intimista en La mitad de óscar, más disperso en Malas temporadas, ahora llega con Caníbal, un film que tiene todos los rasgos de película que le acercará al gran público.
La combinación historia morbosa, personaje tipo Cuenca y una buena ceremonia de marketing que empezará en el Festival de San Sebastián, puede ser realmente suficiente para que el proceder cadencioso de la dirección de este director acceda a la retina de muchos más espectadores deseosos de nueva carne al igual que su personaje.
Puede que esta vez hasta haya decidido, junto con su coguionista Alejandro Hernández, ser un poco condescendiente con el espectador. No será comercial pero va a ser película comercio. Quiero imaginar que lo mejor de su pausa será concebida por Antonio de la Torre (La gran familia española o Grupo 7), protagonista del film, para ser trasladada con comodidad pero también con reflexión sobre un público que le va a conocer a cambio de carnaza.