Aita, la película de José María de Orbe, tenía que ser en mi opinión un medidor del estado de salud del cine vasco. El resultado ha sido satisfactorio, suficiente alto para ser una Sección Oficial, un aprobado con cuatro estrellas. Lo que podía parecer desde un principio una película lenta, poco ambiciosa, con símiles un tanto claros ha terminado por ser, cómo diría yo, un experimento del profesor De Orbe. Y premio este experimento llamado Aita. Premio más que sus formas lo bien que ha sabido expresar tanto con tan poco. Una casa vacía lo puede decir todo o muy poco, según se mire. La mirada, la perspectiva de la película Aita es no entrar en lo estrictamente vasco, sino en algo tan universal como el recuerdo, el pasado, presente, futuro de nuestras raíces, de nuestras vidas, a partir de algo vasco.
He de comentar que los personajes de la película son todos amateurs, recogidos por De Orbe para esta cinta, algunos mejor que otros. Muy bien Luis Pescador, el habitante de esa casa. Un poco mal el cura. Y ya que hablamos del cura y el prota, no me ha parecido muy correcto ni encajable que los dos hablen en castellano y no en euskera tal y como lo hacen los dos jóvenes al comienzo del film. Las conversaciones en castellano le quitan calidad, llegan a parecer un tanto tontas. No llegan a ser naturales. Ya se ve que el cura sabe euskera y en la vida cotidiana no usa mucha el castellano. En la rueda de prensa De Orbe nos comentaba que Pescador no es vascoparlante así como sus razones del uso del castellano. Y es que un mecacüen dios (con perdón) a tiempo no hubiese estado ni tan mal cuando Pescador jura contra los jóvenes que han entrado a robar. No me termino de creer esas entonaciones. Al hilo de esto, premio también la ausencia de lo estrictamente vasco. No ha encasillado el lenguaje de la peli por dar color o sabor al lugar geográfico donde acontecen los hechos. No ha tirado de tópico. Bien. Aunque todo va en relación con la tradición del pueblo vasco, lo hacen muy objetivamente, sin tirar de la manga derecha ni de la izquierda, me entienden.
Aita es una película lenta, pero merece la pena esperar tanto para tantos buenos detalles. La cámara no es egoísta y te permite disfrutar de la casa, la gran protagonista, cada plano está estrictamente medido, son cuadros en blanco. Y esos cuadros los he disfrutado segundo a segundo, minuto a minutos. Aita invita a la reflexión sobre conceptos básicos a partir de un lenguaje cinematográfico conocido.
Me mantengo en la idea de que De Orbe es un profesional de la industria que trabaja en laboratorio, sin salir de él. Y es que insertar proyecciones, metrajes en las paredes es un auténtico puntazo, un disfrute para el espectador y visualmente muy atractivo. Lo dicho, mucho más que un padre, un premio de cuatro estrellas para Aita, un experimento hecho en casa sin miedo al qué diran. Que piten. Yo he decidido aplaudir.