Munich tiene un cascarón precioso. El electo de actores funciona perfectamente. El soso de Eric Bana solventa eficazmente su papel, mientras deja que a su alrededor cracks como Geoffrey Rush se desenvuelvan a sus anchas y llenen la pantalla sin esfuerzo. La dirección, fotografía y reconstrucción de la época están a la altura. Sin duda estamos ante un producto de gran calidad.
Lo que pasa es que, cuando abrimos ese precioso cascarón, nos encontramos con cuatro reflexiones vulgares y facilonas sobre el contraterrorismo.
Me esperaba bastante más y me he quedado bastante decepcionado. Entiendo que Spielberg hace películas para la masa y no puede permitirse entrar en profundidades. Pero me resisto a pensar que no se podría haber trabajado un poco más el mensaje, sin perder comercialidad.
La película me ha hecho respirar la época y me ha permitido disfrutar de esa Europa que sólo los americanos saben rodar. Por eso la premio con cuatro estrellas. Sin embargo éste cuatro se encuentran muy lejos del cinco, bien redondito, que hubiera supuesto una reflexión algo más adulta, madura y elaborada.