Crítica de la película Juegos secretos (Little Children) por William Munny

Esta película es una muestra más de la posibilidad de hacer cine intenso sin caer en el dramatismo de algunos directores. La nueva tendencia de discurrir las historias con un tono más jovial y ameno sin convertirse si quiera en comedias, está dando sus frutos.

Película dicharachera que no pierde de vista el sentido de entretenimiento y diversión que necesita el espectador para estar tantas horas frente a la pantalla, pero que también invierte un tiempo primoroso en contar cuanto quiere contar a paso lento pero seguro.

La maravillosa relación de amor, el eterno caer de vida de niños, y la genial posición de los personajes, hacen solvente un misterio, el del adulterio de forma natural y hasta necesario en nuestros días hasta cuestionar de manera un tanto, demasiado solemne, la importancia del pensamiento hacia los pequeños.

La ceremonia de hacernos odiar a los odiosos, y querer a los libertadores en forma de Bobary, sirve para que tratremos de recapacitar con pie firme en las incuestionables maneras erróneas en ocasiones para con el futuro de nuestra sociedad, esos encantadores niños que se nutren de lo que se les ofrece.

Lo elemental de este film es que ofrece una bella historia, y al igual que su protagonista, muy bien en su papel, pretende ser realista cuando llega el momento de la verdad, a lomos de un señor llorón que sólo quiere a su madre, para dar un golpe en nuestras espaldas de persona con las cosas claras. ¿Cuántos de la sala apoyaban esa huída hacia el amor?. El golpe de efecto que pretende ser moralista y consigue a su vez ser enjuiciador. Demasiados minutos para llegar a ello, pero bien utilizados.