La película tiene un guión inverosímil, en primer lugar por los logros de McClane y su compañero Hacker. Una cosa es que ese poli de Nueva York se meta en el Nakatomi Plaza y dé candela a una panda de terroristas, pero la progresión edificio, aeropuerto, ciudad, país es muy excesiva. Vale que al principio, en una escena impecable, sea capaz de salvar al chaval de un tiroteo – ese es su mundo – pero aquí ya lo mismo le da una cosa que otra, y lo que no consigue todo el servicio de seguridad de los Estados Unidos lo consigue él con un poco de ayuda del brujo.
Pero también es inverosímil por tener a un supervillano más propio de la saga de bond, que es capaz de tener un control absoluto y en tiempo real de hasta la última tostadora de Wisconsin. Inverosímil, pero además lo es ya sólo por comparación con sus predecesoras sin tener que irse más lejos.
Además, las escenas de acción que son absolutamente espectaculares (me viene a la memoria el atasco en el túnel, cuando un coche los va a aplastar pero dos coches más sirven de apoyo), son también exageradas hasta un límite inédito en esta saga. Hasta el punto en que uno pierde el interés en la escena del coche colgando porque McClane se mueve como pez en el agua dando saltos, no hay tensión. Además a veces llega a ser muy rebuscado la forma de llegar hasta los momentos de acción.
Para colmo están los tópicos, el chaval cobardica que aprende a ser un héroe, el padre que lucha por la vida de su hija, el maligno resentido porque no le hicieron caso… Sin comentarios respecto a todo esto. El guión hace aguas por los cuatro costados.
Por lo tanto, es muy frustrante que un distinguido precrítico como yo disfrute como un enano durante más de dos horas de acción trepidante olvidando prácticamente todas las quejas expuestas hasta aquí. Ahora como compensación deberé pegarme un atracón de cine cultureta en el festival de San Sebastián. Mi reputación por los suelos (más).
Lo cierto es que no se me ocurrió en ningún momento plantearme cuantos minutos quedaban, a lo sumo, empezó a sobrarme la escena del avioncito. Está claro que la acción trepidante tiene mucho que ver, ese ritmo que no para, bien dosificado, uno de los pocos aciertos del guión. También ayuda esa violencia contundente, sin tonterías, dirigida con eficacia. Pero estos aspectos ya se encuentran en otras películas de acción de la actualidad. Lo que no tienen es a John McClane.
Escuchar una y otra vez a Bruce Willis llamando gilipollas con toda su chulería al tipo que está llevando el país a la ruina, y amenazando al brujo con “inflarle a hostias en su propia casa” es de lo más gratificante. Esta chulería que pocos pueden llevar con dignidad es lo que hace que esta película sea divertidísima. Al fin y al cabo a eso venía.
Un detalle que siempre se agradece es el personaje de Kevin Smith. El resto del reparto bien, cortados a la medida de cada personaje. El villano un poco flojo.
Puede que todos los héroes estén viejos, pero Bruce Willis tiene una ventaja, su fuerte no es dar patadas o saltos, su fuerte es su piquito de oro. Mi aplauso al diálogo del servicio de malos a domicilio.
También me encanta la pelea contra Maggie Q, hacía tiempo que las mujeres en el cine habían abandonado la pasividad y peleaban como los demás, pero siempre se reducían a escenas de artes marciales bastante limpias. Aquí McClane se cabrea y le suelta una buena cantidad de hostias de verdad, “meterle un todoterreno por el culo” incluido, exactamente igual que si peleara contra un hombre. Esto sí que es igualdad, y menos corrección.
Una película para quien quiera y pueda disfrutarla.