Crítica de la película City of Ember por Keichi

Harry Potter abrió hace años la veda de las adaptaciones de novelas juveniles a la gran pantalla. Durante un tiempo pareció que el éxito estaba asegurado, pero con la decadencia de Narnia las cosas se pusieron negras. Después de desastres como el de La brújula dorada, los productores andan con pies de plomo a la hora de llevar a la gran pantalla complicadas trilogías de las que no saben si saldrán airosos. Por eso es entendible que los responsables de City of Ember hayan decidido concebir su película con un final ambiguamente abierto, aunque la novela original de Jeanne Duprau tenga una continuación.

Hace doscientos años, la humanidad se enfrentó al fin de los tiempos. Los dirigentes del mundo construyeron entonces un refugio subterráneo, una ciudad en la que cobijar a unos pocos e ignorantes elegidos hasta que el peligro pasase. Llegado el momento, los hombres podrían regresar al paraíso arrebatado, pero el secreto del mundo exterior se perdió en la niebla del tiempo y ahora el omnipresente generador que alimenta a la metrópoli comienza a apagarse. Lina Mayfleet y Doon Harrow son dos jóvenes amigos dispuestos a dar con las claves del misterio de la ciudad de Ember.

La película tarda un buen rato en arrancar pero lo hace a costa de detenerse en la vida cotidiana de los protagonistas y la recreación del mundo subterráneo en que habitan. Uno no se cansa de escenas como la de la asignación de los puestos de trabajo, aunque con el paso de los minutos -y la repetición de situaciones y diálogos- se va dando cuenta de que City of Ember no va a ofrecernos demasiada acción. La ingenuidad del argumento en muchos de sus tramos se disculpa si se piensa que está dirigido a un público infantil, pero lo cierto es que a veces la película se pasa de simplista. Consciente de que el espectador pide emociones fuertes, el guión de Caroline Thompson introduce por su cuenta un topo mutante y una atracción de Port Aventura en la historia, elementos entretenidos pero desubicados.

El plato fuerte del film es la recreación de la ciudad que le da nombre, un entorno plagado de pequeños detalles como esos elementos decorativos de los años treinta o las tuberías oxidadas que la luz de las farolas y las lámparas tiñen de nostalgia ambarina. La estética de la película es en todo momento coherente, aunque sus principales fuentes inspiradoras no provienen del mundo del cine sino del videojuego, más concretamente de obras como Bioshock o Final Fantasy VII. También se podría sacar a relucir aquí el género del steampunk, del que Katsuhiro Otomo se valió para su última película animada. Mención especial merece el excelente diseño de vestuario de Ruth Myers. La banda sonora de Andrew Lockington se queda en agradable.

Gil Kenan deja patente su pasado como animador en muchos de los planos de la película. Transiciones como la de la piedra que se desliza por el agujero y -tras numerosas carambolas- acaba en las manos adecuadas son un ejemplo perfecto de esta herencia. Pasando al reparto, el papel estrella lo acapara en todo momento un fantástico y divertidísimo Bill Murray, que se luce con un personaje hecho a su medida. Mucho menos cáustico resulta el de Tim Robins, que cumple con su cometido sin demasiados problemas. En cuanto a la pareja protagonista, Saoirse Ronan le da un buen repaso a su compañero de rodaje Harry Treadaway, conectando con los espectadores más jóvenes sin demasiados alardes. La aparición de un Martin Landau en el ocaso de su carrera es un entrañable homenaje al Bela Lusogi de Ed Wood.

City of Ember es una simpática pieza de ciencia ficción infantil, con un diseño artístico más que notable y unos actores solventes y cercanos. Desgraciadamente, su planificada candidez argumental le hace perder muchos enteros, sobre todo adivinando el complejo universo que seguramente encierra el libro en que se basa. El film de Gil Kenan no ha querido asumir excesivos riesgos y eso se nota. Es divertido y funciona, pero nada más.