Tiene su propia magia, rota, desgastada, oxidada, donde los
vehículos lunares avanzan a trompicones, y uno de los personajes principales,
GERTY, tiene más roña que ingenio. Bebe de las mejores obras de la ciencia
ficción. Su paralelismo con 2001, Una
odisea en el espacio, es bastante evidente, especialmente en el personaje
de la máquina, que parece el reverso bondadoso de Hal 9000 (gran acierto la
elección de los emoticonos). Pero también de la respuesta soviética a aquella, Solaris, con los problemas mentales
propios de un aislamiento del entorno amigable.
Lo que diferencia especialmente a esta de sus fuentes,
es cierta actitud indie, un rigor por lo cotidiano (que el personaje se plantee
la problemática de no poder cagar en tres días es un ejemplo), el interés por
las relaciones humanas, el planteamiento psicológico y no tan funcional
(ejemplo: los personajes no intentan inmediatamente desentrañar el misterio
como pide la lógica del espectador, sino que primero recelan de su propia percepción,
se sienten amenazados, etc.). En este sentido se echa de menos algo más de
costumbrismo espacial, ver más al detalle la vida diaria del personaje antes
de entrar en materia, al contrario de lo que suele suceder, a esta película le
falta metraje.
Es destacable cierto halo de misterio de estilo descuidado,
una personalidad importante, la de Duncan
Jones, al mando de una dirección de una moderna estética de ciencia
ficción. El equivalente a Sunshine de
Danny Boyle, cambiando el diseño por la imperfección. No quiero dejar de mencionar
el excelente y solitario trabajo de Sam
Rockwell.
Quizá se queda algo corta en cuanto al alcance de su
reflexión, sobre la humanidad del clon, algo que está demasiado dentro del
sentido común como para necesitar cualquier tipo de planteamiento. Por lo
demás, una excelente muestra de cómo se puede seguir avanzando con nuevas
propuestas en ciencia ficción sin necesidad de olvidar los precedentes.