Crítica de la película Marte: Operación Rescate por Iñaki Ortiz

Ciencia para chavales


2/5
15/10/2015

Crítica de Marte: Operación Rescate
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película

Hubo un tiempo en el que la ciencia estaba de moda. La mitad de los críos de las películas de los 80 eran inventores, o cosas parecidas. La casa de Doc en Regreso al Futuro, estaba llena de cachivaches. Luego, la moda pasó y últimamente se lleva más ser una estrella del pop. The Martian es de las de antes. Una oda a la ingeniería, a la ciencia aplicada. Desde el bricolaje creativo más rudimentario hasta la química o la botánica. Y claro, las matemáticas también. En la versión original utilizan repetidas veces la expresión “do the math”, que viene a ser “hacer los cálculos” pero que resulta muy propia. La ciencia es divertida, la ciencia es útil, la ciencia es resolver problemas, la ciencia es no rendirse. Esta visión naif y entusiasta de la ciencia no es de extrañar en el creador de la serie más artificiosamente procientífica desde MacGyver: Numb3rs. El bueno de Ridley quiere inculcar ciencias a los chavales, y eso está muy bien. Eso sí, el resultado es también un poco, para chavales.

La película tiene un buen arranque, muy directa al grano, con las presentación, la tormenta y la situación de supervivencia imposible. Con manga ancha en cuanto a rigor científico, pero con cierto tono verosímil. Pronto vemos que va a ser abiertamente subrayada, con el protagonista explicando la película a cámara. Scott sacrifica cualquier valor cinematográfico en el empeño de llegar a todos con un producto fácil. Todo es claro, hasta una fotografía que no pretende buscar la magia del planeta rojo, como muy bien conseguía The last days of Mars hace poco. Es solo un juego, un artefacto de ciencia ficción al estilo del Verne de De la tierra a la luna, donde importa más la ingeniería que un efecto dramático. Aceptable mientras nos ofrece juegos originales, como las patatas, o las fuentes de comunicación alternativas. El problema viene cuando, hacia la mitad, la película se acomoda en una serie de lugares comunes, con constantes arrebatos de júbilo entre el público, con ingenuas alianzas de civilizaciones, con decisiones valientes. Como decía antes, esta es una película de las de antes, pero también, por lo desfasada que está, especialmente en esa segunda mitad. Hace tiempo que vimos Apollo 13. Para colmo, según avanza, entra en un todo vale que desacredita cualquier idea; para desembocar en un disparatado clímax. Los brotes de originalidad se tornan en soluciones absurdas, que llevan a la rutina.

The Martian. Paisaje marciano.

Hay muchos temas en los que podría adentrarse, pero no se para en ninguno de ellos. Desaprovecha cualquier posibilidad de conflicto por unos personajes que, de tan honorables, resultan planos. Hay que reconocer que la película se pasa volando, pero sin dejar ningún poso. Apenas hay algún conflicto personal, a pesar de la que la situación es absolutamente límite. Una ligereza que lleva a la nada.

En muchos aspectos, The Martian es muy televisiva. Primero porque su apartado artístico está considerablemente descuidado. Ni la fotografía- a pesar de los espectaculares escenarios marcianos- ni la banda sonora son dignas de mención. Cumplen y hay dinero detrás, muy buena factura, pero muy poco cine. Pero sobre todo por los recursos emocionales. Parece uno de esos realities en los que la comunidad se une para hacer una casa a personas en apuros, donde se hace hincapié en el poder de los oficios, mucho bricolaje, ideas, problemas a solucionar, ingenio. Todo barnizado con esa idea tan americana del trabajo duro, la creatividad y la hermandad. Si añadimos las grabaciones en vídeo que van resumiendo el argumento, tenemos un reality perfecto para el prime time. La más que obvia selección musical, pone la guinda. Tenemos producto.

Es una pena, porque había mimbres, y si hubiera mantenido el nivel del principio, habría podido llegar a ser una película apreciable. Parece que Scott ha vuelto a usar la fórmula que se explicaba en Un buen año: la clave está en el ritmo. Pero lo ha sacrificado todo a cambio.



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