Personalmente, Atom Egoyan es un director que me cautivó desde que aquel programa con el que la gente de nuestra generación ha aprendido a amar el cine que era Qué grande es el cine proyectó Exótica, una película que compartí con mis compañeros precríticos en la quinta edición del Fin de Semana Precrítico.
Su siguiente película, El dulce porvenir, es quizá más perfecta y rodada, pero ligeramente inferior, pero todo un soplo de aire fresco. Siempre recomiendo el cine canadiense para todos aquellos que gusten del cine independiente americano y se asusten del radicalismo del cine de autor europeo. La siguiente película que he visto de Egoyan, Ararat, se queda muy lejos de las dos anteriores.
Su nueva película tiene el sugerente título de Adoration. Fue presentada en el Festival de Cannes, donde no tuvo mala acogida, pero donde se quedó fuera del palmarés. Profeta fue, en cambio, al llevarse el premio a mejor película canadiense en el emergente festival de Toronto.
Las historias de Egoyan nunca son fáciles de seguir, plantea subtramas que resultan de mayor importancia que la trama, en apariencia, anodina. No es de estrañar que en una película con vocación de hablar sobre la naturaleza humana y sobre grandes tótems de nuestra vida contemporánea, las subtramas y la enorme capacidad de Egoyan para moverse cual pez en el agua en tiempos narrativos diferentes, nos prometa mucho, muchísimo.
La película se podrá ver en la Seminci vallisoletana.
Permitidme que no hable de actores ni actrices. Esto es cine de autor.