Hace poco, en el festival de San Sebastián dedicaron una retrospectiva al director francés Philippe Garrel. Yo diría que en otras ediciones el festival nos ha descubierto a cineastas mucho más interesantes. Creo que Garrel está un tanto desfasado, pertenece a la vanguardia de otra época y no hay puede haber nada más pobre que eso. Lo que le queda a día de hoy a este director es su condición de autor, su mirada a las relaciones de pareja, y su personalidad. Para más de uno esto no será poco.
Ahora participa en el festival de Cannes con su nueva película. No me extrañaría que saliese de esta con un premio debajo del brazo. Seamos malos y recordemos su condición de francés en un festival que, como todos, de vez en cuando barre para casa. A veces pienso que algunos directores, como es el caso de Garrel, trabajan sólo para estrenar en festivales. Pero no, realmente trabajan sólo para ellos mismos.
No todo es tan malo como lo pinto. Seguramente será una película interesante para los espectadores más dispuestos a un cine que no entra fácil pero que esconde muchas emociones intensas. Y para quienes gustan de la complejidad de unos personajes nada estereotípicos que se relacionan en situaciones que no siguen los modelos preestablecidos.
El propio hijo del director es uno de los protagonistas, Louis Garrel, que ya ha demostrado ser alguien más que el hijo-de, cuando ganó el César por Les Amants Réguliers, dirigida también por su padre. También participó en esa película Clémentine Poidatz, otra de las actrices del film. A ella la pudimos ver en la particular Maria Antonieta de Sofia Coppola.
Una película para los admiradores del director y para los amantes del cine de interiores complejos.