Esto sí que es cine de sustitos. En definitiva, las típicas trampas de los currelas más convencionales del género de terror, palomitas y vísceras CGI. Todo eso. Lo cual nunca es del todo bueno, claro. Por aclararlo.
No es casualidad que lo mejor de La cosa está precisamente en esos pasajes en los que calca y se acerca a instantes de su predecesora, aquella maravilla de John Carpenter: Pongamos un ejemplo; donde el McReady interpretado por Kurt Russell acercaba un cable caliente a las muestras de sangre de cada uno de ellos, aquí nuestra querida y valiente paleontóloga se las ingenia para buscar elementos no-naturales, empastes dentales y similares, para identificar a quien es humano y a quien no. Más allá de lo relativamente ridículo del instante, si aceptamos la película que estamos viendo, ahí nos encontramos realmente en los momentos más interesantes de seguir.
Estos pasajes, con la ayuda de la banda sonora de Marco Beltrami -que a grandes rasgos recupera las bases armónicas ya expuestas por Morricone- y del propio entorno ártico, acaban por conseguir algo parecido a eso que llaman atmósfera, eso de lo que la cinta de Carpenter andaba sobradísima.
Desde luego el problema es que donde aquella película tenía arrestos, osadía, incluso un punto de inconsciente valentía, ésta elige la vía convencional y de eficacia sencilla: Los malos lo son desde el minuto uno; los buenos, ídem. Todo es previsible, a pesar de que, para colmo, director y guionista no se arrugan a la hora de plantarnos engañinas indecentes: Este tramposísimo planito marcadamente sospechoso del noruego de turno que, por lo tanto, sabemos ya que NO va a ser el 'malo' de la escena. Y similares. A estas alturas, ya no nos engañan.
Hubiera sido más interesante presentar a un grupo de personas veraces, a medio camino de cada extremo todas ellas, y que nosotros, como espectadores, pudiéramos jugar a ir comprobando como esa 'cosa' va haciendo mella real, física y psicológica, en ellos y en el grupo. En su lugar acabamos dentro de una aparatosa nave especial, último modelo y con una nube de tags en forma de pixels que debe ser lo más en la blogósfera del planeta Cosa. Escenita final insoportable, vaya.
El cierre nos recupera, un poquito, el verdadero espíritu: ¿Sabes cómo supe que eras humano? Tu pendiente... Mucho mejor -predecible o no-.
Por cierto, termina la película como esperaba, como debía, como tenía que ser. Husky a la fuga. Otra cosa hubiera merecido que me cargase otra estrellita amarilla. Qué música aquella que escribió Morricone, ¡qué grande! Tan tan... Tan tan... Tan tan...