La relación entre Manuel Poirier y Sergi López está dando como frutos unas cuantas películas interesantes y bien consideradas. Poirier, director francés de origen peruano cuenta con títulos celebrados como La curva de la felicidad, Te quiero o Western (esta última ganó el premio del jurado en Cannes).
Sus películas son un buen ejemplo de ese cine francés de calidad, tranquilo, donde valen tanto o más los silencios que el diálogo. Ahora tenemos su nuevo trabajo, a concurso, en la sección oficial del festival de San Sebastián y no me extrañaría que se llevara algo, recordemos el éxito de la película francesa Mi hijo, el año pasado. Tengo el presentimiento de que esta será aún mejor.
El director, como decía, tiene a López como actor fetiche, no en vano fue él quien lo descubrió en la película La petite amie d'Antonio. Su naturalidad, su presencia y su marcado acento español gustan bastante en el país vecino, donde el actor acostumbra a rodar más que en España. Aunque también ha trabajado con Stephen Frears en Negocios ocultos. Hace nada le vimos en El laberinto del Fauno o en la francesa Pintar o hacer el amor.
Siento llevar la contraria a los franceses, que saben mucho de estas cosas, pero a mí, personalmente no me convence. Ya lo hemos hablado varias veces, seguramente está relacionado con su timbre de voz, pero es que cuando habla me resulta completamente antinatural. Visualmente, eso sí, le veo perfecto.
El director, también guionista, da un pequeño giro de la Francia rural que estaba acostumbrado a retratar (donde él había vivido) a un Paris urbano, aunque precisamente la trama gire en torno a una casa de campo. Espero un buen drama, no exento de algunos toques de humor. Una buena película francesa, seria, intensa y con una factura impecable. ¿Qué más se puede pedir?