Me acerco a la carátula y veo que se trata de una película francesa sobre la Segunda Guerra Mundial en el que las mujeres van a tener un papel fundamental. Pienso en Libertarias y me quedo un poco frío. Continúo observando la carátula y voy ya vislumbrando y descubriendo los nombres propios del proyecto.
En primer lugar, veo a Sophie Marceau. Me quedo un rato meditabundo. Hace tiempo que no veía algo de ella y hace tiempo que no sabía de la carrera de Sophie Marceau. Pienso en ella y me viene a la mente la Marceau mito erótico, me acuerdo de la peculiar escena de amor que ella protagonizó junto a John Malkovich en Más allá de las nubes, de Michelangelo Antonioni, de su papel en Braveheart y de que fue chica Bond en El mundo nunca es suficiente, y, efectivamente, no es suficiente para mí.
Pero lo peor de todo es que, súbitamente, me acuerdo de la última película que vi en el cine de Sophie Marceau. Sí, era La máscara del faraón, una película que, de tan mala, es divertidísima, recuerdo tarde de sábado con amigos. Terrorífica. Y, lo peor, el director de aquella película, Jean-Paul Salomé, es el director de esta película, al que también hay que recordarle que en su currículum está Arsene Lupin.
Con la decepción entre los labios entro en el panel de administración de Precríticas y me encuentro con vosotros. No la va a salvar la acción porque Salomé es un director con un don especial para lo ridículo. Si te gusta el discurso chauvinista-feminista, quizá sea tu película. Porque a veces damos demasiada bola a películas europeas que se cuelan en nuestra cartelera. A mí me salva la época en la que está ambientada. Es mi debilidad.