Colin Farrell está haciendo un esfuerzo mayúsculo por trabajar con nombres importantes, cada vez es más evidente. Aquí se ha apuntado nada menos que a lo nuevo de Peter Weir, un realizador de primerísimo nivel que curiosamente parece no tener el status de clase A que otros ostentan quizá con menor merecimiento.
En el haber de Weir hay películas importantísimas. Habrá tenido sus deslices, por supuesto (quién no), pero ha firmado títulos como El club de los poetas muertos, Único testigo, El año que vivimos peligrosamente, la certera El show de Truman, Picnic en Hanging Rock, la iniciática Los coches que devoraron París o esa auténtica maravilla titulada Master and Commander. Y se me quedan varias. Creo que un curriculum así merece una profunda admiración y respeto.
Ahora se inclina por la adaptación de una novela de Slavomir Rawicz centrada en la aventura (real) de siete prófugos soviéticos, en plena Segunda Guerra Mundial. Que nadie espere la clásica película de evasiones bélicas, porque va a distar mucho del género. Más bien Weir enfrentará a su grupo de actores con la naturaleza, la propia y la del crudo entorno siberiano.
Que todo funcione depende también de gente como el propio Colin Farrell, además de Ed Harris (que ya trabajó para Weir en El show de Truman), Mark Strong (Sherlock Holmes) o el joven Jim Sturgess (Across the Universe).
Yo confío en asistir a una cruda pero merecedora aventura. Porque Weir se lo ha ganado. A pulso.