Crítica de la película Donde Viven Los Monstruos por Romulo

Ocurre que Donde viven los monstruos es, primeramente, por encima de todo, una película para niños. Esto es así porque no estamos ante la visión adulta de una fase lógica en el crecimiento de todo niño (aun impulsivo, antisocial, imprevisible, caprichoso, celoso como una mascota), sino ante una plena inmersión en la psique de ese crío en ese instante preciso, y asistimos a esa fase, a esos pasos, desde dentro: con sus lúdicos intereses, con sus simbólicas imaginaciones, con sus monstruos, todos ellos figuras reconocibles a su vez en ese "mundo real" en el que vive y en el que a buen seguro todavía se siente como si del mismo bosque se tratase.

Por eso Donde viven los monstruos es al mismo tiempo una película que puede ver y apreciar un adulto. Éste no es el estúpido relato de un niño estúpido retratado por adultos que confunden infancia con infantilismo (el suyo propio, huelga decirlo). Así, la película acierta a jugar con referencias y paralelismos sencillos pero honestos, muy funcionales, y que te llevan de la mano con cierta comodidad en fases en las que la narración (todo hay que reconocerlo) se vuelve algo más difusa y parece perderse por momentos.

Se pierde a ratos, sí, de la mano de Spike Jonze, en minutos de videoclip puro, es esa vena indie incorregible de la que hablaba en mi precrítica. La misma que, paradójicamente, consigue planos muy hermosos en algunos de los paisajes del bosque. Y que acierta con el empleo de la música en el 90% de las ocasiones; salvo cuando, como digo, pierde algo el rumbo -como si del propio niño se tratase, dejado de la mano de su propia imaginación.

Pero es un problema entendible en un film que es justo lo que tiene que ser, por su propia naturaleza. Cine para niños con gusto, con acierto, con inteligencia.