Vuelve Whit Stillman. ¿Quién?
Ya, no suena, ¿verdad?. Este neoyorquino dirigió su tercera película, The
last days of Disco, en 1998 y... hasta hoy. No tuvo demasiada
repercusión. Mejor suerte habían corrido sus dos primeros trabajos,
especialmente su ópera prima, Metropolitan (1989) y su
segundo trabajo, Barcelona (1994) en la que tiraba de
elementos claramente autobiográficos sobre el tiempo en que vivió
en España. Como se ve, su labor de cineasta no ha sido ni mucho
menos continua. Fueron pequeñas películas de corte independiente,
con algún premio menor, de ese cine que no pretende seguir la estela comercial pero que
tampoco busca transgredir, ser diferente o experimentar. Más que
cine independiente me gustaría llamarlo "cine personal". Como
las películas de Tom DiCillo, Edward Burns o los primeros trabajos
de Alexander Payne, por poner un ejemplo entre muchos. Cine personal
que encuentra de vez en cuando a algunos espectadores entusiasmados y
a bastantes levemente satisfechos. También a otros muchos les causa indiferencia. Y ahora, después de 13 años
(esta película es de 2011) vuelve con otra película pequeña.
Se ambienta en el entorno
universitario, un género en sí mismo. Es habitual que este tipo de
cine personal, coja temáticas típicas del mainstream, como
es el caso. Sin intentar pervertir el género, toman su propio
camino, sin preocuparse por el tópico (ni seguirlo, ni rechazarlo).
El tema servirá al autor para conseguir una comedia desenfadada que
dejará espacio para tratar cuestiones ya presentes en su
filmografía, como el machismo.
Ningún nombre reseñable en el
reparto, un grupo de actrices protagonistas que vienen principalmente
de la televisión o de papeles secundarios. Tampoco hay grandes
nombres en el equipo. Esto es cine personal, poco más que una
historia. Para quien le llegue.