Videoclipero, exagerado, con una fotografía descarnada, quemada y sobreexpuesta, con planos excesivamente cortos y cargante barroquismo. Una orgía de música variada y montaje inquietante que muchas veces te distancia de la película. Sí, pero me gusta.
Es Tony Scott, o lo aceptas como es o lo relegas al olvido. A mí me gusta. Su estilo parece sencillo, casi mecánico, pero sus imitadores, que afloran por doquier, demuestran a cada película que no es tan fácil hacerlo como él. Tiene su miga. La imagen se desfigura, sí, pero no en cualquier momento. Las imágenes y la música se entremezclan a borbotones, pero no termina de perder su esencia de film y no de videoclip. Ante todo tiene fuerza que empuja a la historia. Refuerza el carácter y el estilo de los personajes.
Unos personajes poderosos, todos ellos. Keira impecable, delicia violenta. Rourke lleva su chulería seca y sincera, y esa rudeza de maravilla. El nuevo da la talla con su aureola latina y su cuerpazo salvaje y fiero. Walken, corto pero intenso, pintoresco. Todos ellos están muy bien, así como otros que no menciono, y sus personajes son sobradamente interesantes.
El guión no está mal. Es atrevido, dentro de la comercialidad lanzar brazos amputados tiene su aquel. El juego con la televisión y la fabulosa autoparodia la de los chicos de “Sensación de vivir”. Pero no deja de tener ese regusto de cine violento de embrollo, en el que todo se complica, el furgón, la mafia implicada por descuido, ¿dónde está el dinero?, quien está detrás de Barbara Bush... Todos lo tenemos muy visto, ¿verdad? Y esto hace que se me haga un pelín larga en el desenlace. Perdonemos sin pasar por alto este punto flaco porque la película no se apoya en él y porque tiene otros valores interesantes a tener en cuenta. Un buen Tony Scott que nunca pasará de eso en sus mejores momentos, bueno, nunca brillante.