La muñeca, la caja de música, el juego de niños, la casa aislada de aire gótico americano, vade retro Satana. El armario, debajo de la cama, el sótano secreto. La historia terrible del pasado. Los profesionales en crisis. Esa hora en la madrugada. Es tal la longitud de la colección de tópicos del género de casas encantadas que casi da pereza remarcar ninguno ni hacer referencia a las películas que sirven como fuente, pues son, básicamente, todas las anteriores. Y no hablamos aquí de una perversión del género, de un remix posmoderno. No, es simplemente la historia de siempre, contada como siempre y sin el más mínimo rubor a la hora de caer en todos y cada uno de los clichés posibles.
Y sin embargo funciona. Funciona porque
consigue unas cuantas secuencias con buena atmósfera, bien
preparadas y ejecutadas con una precisión excelente. James Wan demuestra una vez más que tiene un gran talento para manejar el
terror puro. Amaga con el susto de manera elegante y remata con
originalidad. Juega con la cámara a su gusto y matiza un estilo de
grabación a medio camino cercano al reality (ya probado con éxito
muchas veces en el género) pero desde la forma más tradicional. En
definitiva, consigue hacernos pasar miedo y sabemos que aquí, en
esta película, todo lo demás no importa. Si Wan tuviera algún día
un guión decente podría regalarnos un clásico de terror.
Pero no, no lo tiene. Le cuesta arrancar, remata sin sorpresas y aprovecha todos los recursos fáciles. Como he dicho
antes, es una colección de tópicos y ni siqueira es una reflexión
sobre el género. No, es otra colección de tópicos, un guión
barato a añadir a la filmografía de los hermanos Hayes (La casa
de cera, La cosecha...). De tanto tópico, uno teme
encontrarse con Belén Rueda a la vuelta de la esquina. Y quizá
precisamente por eso, porque no es ella sino un grupo de actores de
la talla de Vera Farmiga, Patrick Wilson y Lili
Taylor y porque la factura es impecable y por, como ya he dicho,
el talento de Wan, pasamos un día de verano con cierto escalofrío y
eso siempre es de agradecer.
Eso sí, ver y olvidar.