Crítica de la película Gran Torino por Iñaki Ortiz

Clint Eastwood


4/5
23/03/2009

Crítica de Gran Torino
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Seguramente, uno de los mayores valores de esta película es el poso de autoría que contiene. En cierto modo, se podría decir que esta es la película definitiva de Clint Eastwood. No porque sea la mejor ni mucho menos, ni porque sea la última, espero tener mucho más Eastwood. Gran Torino es una película  que no podría existir si antes no hubieran circulado por la cartelera la mayoría de las películas del gran director. Porque necesitaba esa experiencia, pero porque también nosotros, su público, necesitábamos ese entrenamiento previo.

Es fácil reconocer al sargento Highway (El sargento de hierro) increpando con tanta crudeza como sorna. En seguida captamos ese registro en el viejo Eastwood y comprendemos su personaje. Su absoluta incorrección es ya legendaria, y en parte por ello, en unos tiempos tan delicados, tan políticamente correctos, el público puede aceptar a un personaje tan prejuicioso de dudosa moralidad e incluso empatizar con él y admirar algunos de sus principios. La película nos muestra un retrato de las relaciones raciales tan crudo como el personaje, y nos presenta el mensaje de convivencia sin ahondar en mojigatas moralinas y sin caer en fórmulas trilladas. Con el mismo respeto por la madurez del espectador que mostraba el director en Million Dollar Baby, o en Cartas de Iwo Jima.

También se puede ver fácilmente la sombra del pistolero William Munny, por su sentimiento de culpa y por la secuencia climática de la película. Ahora, en la época actual la venganza se dispara con el dedo, y requiere de sacrificio personal, pero la valentía es la misma, o incluso mayor. Rápidamente le reconocemos, lo admiramos, y en parte, estas aceptaciones hacen dejar a un lado la escasa verosimilitud de este final tan emotivo.

Con esta película, Eastwood recupera los personajes más carismáticos que ha construido a lo largo de su carrera, recupera también su forma sincera de hablarnos de los problemas del mundo y recupera su sentido del humor agresivo y su imagen de duro con corazón. Walt Kowalski bebe tranquilo unas cervezas en el porche de su casa, mientras parece encontrarse al final de una vida que es la suma de las vidas de todos los personajes de Eastwood. En ello hay mucho del propio director, que en cierto modo, se ha hecho un homenaje a sí mismo y a su cine con esta película.



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