Crítica de la película El Hipnotista por Olmo

No es ni la primera ni será la última que escribo sobre las películas nórdicas resultado del coito entre las palabras en papel del libro en cuestión y una cámara de cine. Mantengo mi posición al respecto y reitero que no casan bien, terminan siendo argumentos de serie B, delicuencia barata y cine de sobremesa. Desde luego no cabe duda que el orden correcto es: 1 Lectura del libro y 2 Visionado de la adaptación. Y sí, llamémoslas adaptaciones porque cualquier otra cosa sería dotarles de mayúsculos atributos. La última que pasa por el aro es El hipnotista, film sueco que entra a concurso en el Zinemaldia 2012.

Es pues la adaptación de la novela de Lars Kepler y que a pesar de todos mis anteriores comentarios a mi entender buscando una alternativa y reinvención de esta fórmula me resulta atractiva. La receta nórdica es la naturaleza, el frío, la nieve, los abrigos, la calefacción, decoración minimalista con muebles de la empresa nacional por excelencia, desarrollo económico y desgraciadamente sucesos desagradables, crímenes por doquier y el destape a la luz solar de las fisuras de una de las economías y sociedades modelo del mundo. Y como vamos de menos a más soltaré lo que es para mí la verdadera razón del visionado de esta cinta: Lasse Kalltröm.

El director sueco es un cliente habitual del cine comercial con trabajos tales como Chocolat, Atando cabos, La gran estafa, Querido John, Siempre a tu lado o la reciente La pesca del salmón en Yemen. Él si puede decir que ha trabajado con muchos de los grandes de Hollywood. Pero, repito, cine comercial aunque menos destructivo, nocivo o dañino digamos. Nos tiene acostumbrados a crear su propio universo y en consecuencia un lenguaje propio, distinto, que si lo echamos a la cazuela de ingredientes suecos básicos puede dar un muy buen resultado. Véamos, pues, cómo se cocina el papel una vez más y nos sale una buena sopa.