Crítica de la película Ayer no termina nunca por Iñaki Ortiz

Coixet destilada


4/5
02/05/2013

Crítica de Ayer no termina nunca
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Isabel Coixet es una autora con una gran personalidad. Lo que significa que es distinta al resto y parecida a sí misma. Tiene unas constantes identificables que suelen dividir a gran parte del público entre sus detractores y sus admiradores. Este último es un trabajo muy personal, donde podemos reconocer perfectamente su estilo y algunos de sus rasgos más característicos al tiempo que desaparecen algunos de sus elementos más habituales. La importancia de la música en sus películas, con canciones de presencia notable, los momentos mágicos, los fetiches cotidianos como puede ser la lavandería... todo eso no está en esta película, no cabe. La directora ha destilado su cine, exprimiendo hasta su última gota, para dejar su esencia en solo tres conceptos: el amor, el dolor y la pedantería.

Solo dos personajes. Una pareja rota. Dos puntos de vista. Dos sufrimientos distintos. Prácticamente en unidad de lugar. Un premisa muy teatral que sirve para tener dos interpretaciones intensas, muy emocionales. Candela Peña, cargada de ira y dolor, con una expresividad potentísima aunque a veces desbocada por algunos excesos del personaje. Javier Cámara, contenido, con esa naturalidad tan propia de él que demuestra que no tiene como modelo a los personajes del cine sino al hombre de la calle. Cuidados titubeos y errores, por parte de los dos, y frases que no terminan de llenar su espacio, imperfecciones que aportan un realismo impecable a sus diálogos. Reiteraciones constantes de quien no quiere entender, palabras esquivas y huecas de quien no quiere hablar. Un retrato excelente, minucioso, reducido al mínimo, repleto de (des)amor y dolor. Y sus consecuencias: ira, vergüenza, culpa...

Pero claro, la pedantería es el contrapunto necesario para que esto sea un producto genuinamente Coixet. La directora incluye esos insertos de la caverna (de Platón?) para representar un pensamiento que, ciertamente pocas veces aporta un valor añadido en la comprensión de los personajes, pero que subraya la lucha interior. Con una estética estilizada, propia de una vieja película nórdica, marcada por un sonido constante de viento y una fotografía artificiosa. Una decisión tremendamente pretenciosa, pero que una vez aceptada no va en contra de la película. El escenario principal es completamente artificioso, como si la directora quisiera remarcar el contexto abstracto y asimilarlo a un escenario de teatro. Además, unas referencias explícitas a la crisis, y las diferencias entre Alemania y España, que afortunadamente pronto quedan en un segundo plano, aunque sin perder nunca cierta presencia.

¿Es teatro?
Decía que la premisa es muy teatral y no huye de ella por los medios habituales (los de airear la acción por ejemplo), al contrario, plantea un escenario muy teatral. Sin embrago, escapa a través de recursos formales propios del cine que se usan muy abiertamente. El ejemplo más claro lo encuentro en el montaje. Interrupciones, discontinuidades, llegando a cortar frases bruscamente. A veces para recortar silencio y aportar ritmo, otras veces como elipsis, otras como recurso puramente estilístico. Cuestiones diametralmente opuestas a la realidad del teatro. Por otra parte, la cámara en mano, a veces a la deriva por la estancia cuando ya han desaparecido los personajes, otras veces ofreciendo un encuadre esquivo, cortado, ocultando el todo, para también así producir un resultado puramente cinematográfico. Por supuesto, la caverna y los flashbacks campestres, así como otros recursos artificiosos, como los planos de agua contra el hormigón o los insertos imaginarios (como en el que están "dejados por el mar"). En definitiva, una premisa teatral, con una puesta en escena muy teatral pero con una edición nada teatral.



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