Es una de esas historias que si se llevan con seriedad y las gotas justas de emociones fáciles, te apetece ver en el cine. Una de esas historias que son no demasiado complicadas, ni demasiado extrañas, ni demasiado enrevesadas como para dejarte sencillamente disfrutar en la butaca.
Da la sensación de dejar reposar los devenires de un argumento sabido pero aún incierto con el matiz de unos personajes en apariencia muy ricos, y esto creo que será fundamental para el devenir de la película. Tres actores seguros enclavan unos instantes de cine directo pero sin pretensiones estúpidas para dar peso como hace tiempo no contemplo.
Ese tono triste de un director sensible aunque a veces dramático por encima de los guiones que trata, pero a mí me gusta, siempre roza el larguero de la pedantería y nunca lo consigue, lo aguanto con aplomo, sí señor. Por eso no es película para todos, por eso es película con fuerza.
Respeto, mucho respeto.