El mundo del cine ha abordado la temática del vampiro desde todas las perspectivas posibles. Films como El ansia, el Drácula de Coppola o las producciones de la Hammer nos han presentado la figura del chupasangre como metáfora sexual, reflejo social de su tiempo o héroe romántico, por citar solo algunas de sus encarnaciones. El cine nórdico -uno de los más interesantes de cuantos produce el continente- también ha coqueteado en mayor o menor medida con este género, pero en esta película lo hace a través de un sobrio drama infantil carente de artificios y concesiones al espectador. La cripta del castillo se sustituye aquí por los paisajes grises y desolados del norte de Europa.
La adaptación de la novela del escritor sueco John Ajvide Lindqvist en que se basa corre a cargo del propio autor, por lo que tenemos la seguridad de que el guión va a mantener intactas todas las virtudes del libro original. Dirige Tomas Alfredson, del que ya se esperan grandes cosas después del éxito de esta producción. Por su parte, los jovencísimos Kåre Hedebrant y Lina Leandersson tienen ante si un papel tremendamente complejo del que no les resultará sencillo salir airosos. Déjame entrar es una propuesta transgresora, arriesgada y bastante menos convencional de lo que puede parecer en un principio. Los premios en los festivales de Tribeca, Goteborg o Sitges dan una idea de la calidad del film. De hecho, dicen que es la película europea del año y uno de los mejores films de vampiros de todos los tiempos. Nosotros no vamos a esperar menos.