Después de esa joyita que es Los cronocrímenes, Nacho
Vigalondo ha optado por un trabajo mucho más sencillo, más ligero. Ligerísimo
de hecho: una comedia que en principio no tiene más pretensiones que las de
arrancar las carcajadas del público - que no es poco. Original y muy ocurrente,
consigue no pocos momentos delirantes, ayudados por ese par de genios de la
comedia que son Raúl Cimas y Carlos Areces. Su alto grado de locura
le permite caminar por donde quiera, obviar continuamente el gigantesco OVNI
que sobrevuela Madrid a costa de cuestiones mucho más mundanas. De hecho,
Vigalondo ni siquiera se molesta en aplicar el más mínimo cambio a la situación
de la nave que termina como empezó.
No para, ya desde los créditos que con una enorme economía
narrativa explican la noche de desenfreno con una simple canción de fondo;
hasta el final, sin parar en apenas ningún momento muerto. Incluyendo nuevos
elementos constantemente.
Decía al principio que "en principio" no tiene más
pretensiones. Y es que por mucho que todo esté dirigido al humor -a veces verdaderamente
surrealista- no descuida otros elementos. Las condiciones de supervivencia que
sí, son tratadas casi de refilón, pero siempre con ese respeto por la ciencia
ficción que le autoriza al director a parodiarla. Un desarrollo inteligente de
los acontecimientos que va engranando con suavidad, como en las buenas
comedias, sin enredos tontos.
No quiero dejar de mencionar a la pareja protagonista, Michelle Jenner y Julián Villagrán, que cumplen con la frescura de los buenos actores
de comedia.